Para vencer y vivir

María Antonia Berger cumpliría hoy 79 años, si no hubiera sido secuestrada y desaparecida en 1979 por las fuerzas represivas de la última dictadura cívico militar, como tantes compañeres que dieron todo por tratar de construir un mundo más justo.

Texto e ilustración de Sofía Labriola

María Antonia fue una de las fundadoras de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, era socióloga y dirigente montonera. En Julio de 1970 participó de la primera aparición pública de las FAR: el copamiento de la ciudad bonaerense de Garín.
En noviembre del ’71 la detuvieron en Córdoba y la trasladaron al Penal de Rawson, dónde permaneció con otres 200 presos políticos de organizaciones armadas, estudiantiles, sindicales. El 15 de agosto de 1972 participó del intento de fuga del penal coordinado por FAR, PRT-ERP y Montoneros, pero junto a les 19 presos que no lograron escapar, quedó detenida una semana en la base de Trelew, donde fueron torturades hasta que el 22 de agosto la Armada les fusiló. De la masacre lograron sobrevivir Alberto Camps, Ricardo Haidar y María Antonia. Ella salió con vida, a pesar de una ráfaga de ametralladora y un tiro posterior que le dan en el mentón. La trasladaron al hospital de Bahía Blanca varias horas después y luego al penal de Villa Devoto.

En mayo de 1973 es liberada cuando, presión popular mediante, el gobierno del Héctor Cámpora libera a miles de presas y presos políticos. Las FAR y Montoneros se fusionan. Ella sigue en la lucha como referente de esta organización. Con la dictadura, María Antonia se tiene que exiliar, y en su ausencia se entera que las FFAA asesinaron a su papá en su casa de Lavallol, en 1977.
Volvió del exilio, para seguir luchando, a pesar de todo y convencida de ello hasta el final.

¿Por qué recordarla, traerla, pensarla? Precisamente por esto último, porque hay algo de ese convencimiento de querer cambiarlo todo de raíz que es necesario sostener hoy, para no conformarnos y seguir luchando por cambios estructurales. Si no discutimos a fondo cuestiones como la distribución de la tierra, el modelo extractivista que inevitablemente nos trae el saqueo y la destrucción de los territorios, las comunidades y nuestros cuerpos, entre otros, difícilmente dejen de rodearnos las injusticias: familias en situación de calle, desalojos de las comunidades, pibes y pibas asesinados por la policía, desocupación, desmontes, crisis hídricas (a pesar de tener grandes reservas de agua dulce), pueblos con enfermedades generadas por el uso de agrotóxicos, entre otras.

Compartimos un fragmento de la propia voz de María Antonia, recogida en el libro «La Patria Fusilada» de Francisco Paco Urondo, donde se entrevista a les sobrevivientes de Trelew:

«R.R.H.: Te acordás de lo que contabas el otro día. De que escribías…

M.A.B.: Ah, eso. Después, cuando lo vi al enfermero, me dí cuenta que por muerta ya no pasaba. No sabía qué hacer. Veía que tenía una herida en el estómago y me dije: « Bueno, acá si no me operan enseguida, con la cuestión de la peritonitis y todo eso de las perforaciones, tengo algunas horas ». Me daba cuenta de que el agujero que tenía en la mandíbula no era mortal y que con el que tenía en el estómago el peligro era ese de la perforación y las hemorragias internas; hay que operar enseguida. Creo que más bien no me dan el tiro, ya se ven las ganas de vivir y de hacer un esfuerzo para tratar de sobrevivir sea como sea. Siempre te queda una esperanza y luchás con ese margen. Me acuerdo que después yo decía: « Pero si me muero, quisiera escribir aunque sea en la pared los nombres que sean. Poner: Sosa, Bravo ». Pero entonces agarro, y con el dedo y con la sangre (me acuerdo que mojo el dedo) empiezo a escribir cosas en las paredes. En seguida se apiolan y viene uno con un tarrito y borra enseguida.

F. U.: ¿Qué habías escrito?

M.A.B.: L.O.M.J.E.

F. U.: ¿Lomje?

M.A.B.: L.OM.J.E., libres o muertos, jamás esclavos. Y había escrito: « Papá, mamá », y no sé qué más. Lo borraron
y después volví a escribir de nuevo. Pero mientras estaba escribiendo ya me vieron y lo volvieron a borrar.

F. U.: ¿Y qué escribiste esta vez?

M.A.B.: Escribí lo mismo. Cabeza dura… «

«Cabeza dura», esa terquedad irremediable o convencimiento hondo de luchar, aún sin certezas de ganar, para vencer y vivir.

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