Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia
Desplazarse en transporte público luego de las 00:00 es casi una odisea en el conurba. El sábado pasado fui a visitar a una amiga que se mudó a Ezpeleta. La ida desde Lanús en tren fue un toque. El regreso era lo que no estábamos seguras de poder concretar. El tren deja de pasar a las 22:00, no era opción. El bondi, el 85, corta desde las 00: y pico hasta las 5:00. Pero esa información solo la tenes si viajas en esa línea, porque en cualquier sitio de internet que busques la frecuencia de este buen colectivo aparece como que pasa más espaciado. Pero no. Si perdiste el de 00: y pico hasta las 5:00 no pasa. El regreso en uber/remis no era una opción porque costaba mucho y además no me gusta viajar sola por territorio/camino que no conozco, en la madrugada.
A sabiendas de que el regreso podía ser (muy probablemente) una odisea, emprendí viaje en trencito, desde la estación Darío y Maxi, a la hora en la que el sol se está escondiendo. Los atardeceres generan en mí la automática necesidad de registrarlos. Me subí al tren y me paré de mi asiento para sacar una foto por la ventana desde la que mejor se veía la puesta. A nadie a mi alrededor parecía llamarle la atención. Nadie miraba por la ventana. Las fotos que saco con el celular de todos modos, siempre me desilusionan, está muy lejos de ser un buen aparato para fotografiar. El viaje de ida fue joya, rápido y con atardecer incluido.
Cuando, luego de cenar, charlar, y darnos ese rato juntas que nos faltaba hacía meses, miramos en una de esas aplicaciones de cuando vienen los bondis, de las que siempre desconfío, decía que venía 00:05. Había que salir corriendo y no queríamos. Terminamos trancas lo que hacíamos y salimos en auto al centro de Quilmes, a esperar que pase el bendito 85. Vimos gente en la parada y lo tomamos como buen augurio, entonces no había pasado el último todavía. Caminamos 20 metros y vino. Casi que se festejaba en la parada la llegada del bondi, hacía más de media hora que se esperaba.
Subí, por las dudas corroboré que me llevara a Alsina, pagué y me senté con sabor a que bien la hicimos, le mandé eso o casi eso a mi amiga por mensaje. Mi asiento estaba al lado de la ventana, en esos que quedan como cuatro asientos juntos, en la parte de adelante de los colectivos. A la parada siguiente había una buena cantidad de gente. Una de las personas que esperaba le preguntó algo que no llegue a oir al chofer, que le contestó que no era ese ramal. Pero no le dijo que ese bondi era el último. El señor que tenía sentado en frente se asomó por la ventanilla al grito de “suban todos, es el último”. En un toque estaba lleno, y alguien pedía el asiento para una piba embarazada. Me levanté primero. Siempre me llama la atención que la gente se haga la boluda para no levantarse de los asientos.
Antes de darle el asiento a la embrazada, que estaba con su compañero y dos guachines de, 7,8 años, había hablado con el señor que le avisó al resto que era el último, sobre la imposibilidad de moverse en el conurbano luego de cierta hora, eran de Wilde él y la señora que estaba con él.
Cuando me levanté del asiento quedé parada, más cerca de la parte de adelante del colectivo, en el espacio reservado para personas con discapacidad, muy cerca de un pibe también parado que hablaba con una pareja sentada, de espaldas al recorrido. Me llamó la atención lo que charlaban en voz alta y bastante cerca, no pude evitar oírles, puntualmente a ella:
-yo si tengo una hija le meto anticonceptivos hasta en la oreja. Si no hace caso. Mira… tenía todo, podía entrar a un buen trabajo, quedó embarazada y no sabía de quién era… se enojó conmigo porque le dije… vos seguí cuidándote, porque hay cada loca… ¿sabes lo que le pasó al hermano de mi cuñada, ¿no?
Más adelante en el bondi, sentado donde va la rueda delantera derecha, un señor, comandaba un poco todo. Es el que había pedido un asiento para la embarazada y hablaba con muchos/as de quienes estábamos arriba. Lo habían hecho laburar una hora más y en vez de salir a las 22:00, había salido a las 23:00 “ya debería estar en mi casa” decía al aire. Hablaba mucho con los guachines que subieron con la piba embarazada a la que le di el asiento y el compañero, que, o estaba muy cansado o estaba en un estado estupefaciente. Caminaba el bondi de un lado para el otro, al punto que me daba cuenta de que las señoras agarraban sus carteras. Él estaba menos planificando un hurto y más bien ido. Cuando alguien se bajo se sentó en los escalones que tienen algunos colectivos, que los dividen a la mitad. Iban al Docke. Pero no quería hablar de él. Los pibitos que estaban con la pareja, hijes o hermanes, o amigues, hablaban con el señor que organizaba todo y le contaban
-nos dieron 100 pesos y jugamos a la maquinita, que te da dos oportunidades con 100 pesos. Y casi sacamos, pero no, la agarró y se cayó…
-esas máquinas están hechas para que no salgan- les respondió
La persona que estaba sentada al lado de la piba con alta panza se bajó y se sentó su compañero. Entonces la charla entre él y el señor que organizaba todo fluyó. Hablaron de Avellaneda y las cosas que había hecho el intendente, de la canchita, de la salita, del jardín. El señor les sugirió que se bajaran en Mitre y se tomaran otro para el Docke. A esta altura del viaje yo ya había sacado mi libro y me había puesto a leer. Estaba muy concentrada en la lectura cuando en una parada salgo del momento lectura porque se mueve todo el bondi, bajaban varies. Entre ellos, el señor que organizaba todo, la pareja con los pibes, y otres. Cuando pasó al lado mío el señor que organizaba todo me dijo
-anda sentarte que queda tu asiento. Este- reboleando y señalando con sus ojos al tipo sentado en el primer asiento, que no se levantó cuando pidió el asiento para la piba- se hizo bien el boludo. Andá sentate a leer que ya está libre tu asiento, insistió y se bajó. Con casi todo el resto del colectivo.
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Texto y foto: Antonella Álvarez
Foto de la puesta del Sol en la estación Darío y Maxi
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