Se cumplieron seis años de la masacre de Pergamino, ocurrida un 2 de marzo de 2017 en la Comisaría Primera de dicha ciudad.Las cárceles y comisarías son en la actualidad centros de tortura de donde las prácticas más nefastas siguen vigentes. Y se cobran vidas de personas que están al cuidado del Estado. Nada indica que lo que pasó en Pergamino no pueda volver a suceder.
Por Revoluciones
Foto del juicio realizado en 2019, familias de las víctimas
La Comisaría 1ª de Pergamino está en pleno centro de la ciudad. Atrás de la municipalidad para ser un poco más exactos/as. Funcionó como centro clandestino de detención, tortura y exterminio durante el genocidio. En su pared, al lado del cartel que la señala como Sitio de Memoria, se alza el que le recuerda a la ciudad que allí sucedió la masacre. Como gran parte de las comisarías el país alojó, hasta 2017, personas privadas de libertad, en condiciones de hacinamiento, a pesar de que eso es ilegal.
El 2 de marzo de 2017 la capacidad estaba colmada. Sólo en la celda 1 estaban alojados 7 pibes. Ese 2 de marzo era jueves, de media tarde y hacía calor. Antes de la masacre los pibes reclamaban que les abrieran las puertas de las celdas, era su horario para estar en la “matera”, el espacio común. Y estar afuera de la celda es un derecho ganado y preciado cuando sos 1 de 7 en una celda que no supera los 15 metros cuadrados. Un pequeño fuego se inició en el pasillo. Ese fuego tomó la celda 1, donde estaban Federico Perrotta, Alan Córdoba, Noni Cabrera, Sergio Filiberto, Fernando Lattorre, Jhon Claros y Franco Pizarro. Los 7 pibes murieron, según las autopsias, por inhalación de monóxido de carbono y sofocación.
Saliéndonos de los tecnicismos de las autopsias, los pibes murieron producto de la acción y la inacción policial. Murieron por lo que los policías hicieron y también por lo que no hicieron. En el juicio que se realizó en 2019 se intentó determinar cómo fue posible que ese fueguito que, en palabras de uno de los sobrevivientes, “se apagaba hasta con una meada” llegara a tomar toda la celda. Según prueba producida en el período de instrucción se puede aseverar que los gritos de auxilio de los pibes se escucharon hasta afuera de la comisaría. Que los policías presentes esa noche en la comisaría no utilizaron los matafuegos que estaban en condiciones de ser utilizados. Que pasaron 43 minutos entre el primer fueguito y el último mensaje de auxilio que los pibes llegaron a mandar a sus familias desde dentro de las celdas, antes de morir. Cuando los bomberos llegaron ningún policía les entregó la llave que abría las puertas para sacar a los pibes. Pasaron 20 minutos más desde la llegada de los bomberos, que intentaron sofocar el fuego sin poder abrir la puerta que daba acceso a las celdas, hasta que pudieron finalmente entrar y ya era tarde. Ese día hubo bomberos que salieron llorando, mientras decían que no les habían dejado salvar a los pibes. Más tarde explicaron que al no tener la llave para abrir la reja que franqueaba el acceso a las celdas, el ángulo no les daba para llegar a sofocar el fuego de la celda 1.
De la masacre hay sobrevivientes y sus testimonios fueron fundamentales en el juicio, ya que muchos vieron cómo los encerraron, cómo fue el fuego inicialmente, cómo nadie los auxilió, cómo el fuego se volvió grande. También muchos escucharon los gritos desesperados de los pibes de la celda 1. Ellos mismos gritaron “Rojitas, dale, apaga el fuego” (“Rojitas” le decían al imaginaria de calabozos César Brian Carrizo, porque nació en Rojas).
Ese 2 de marzo, y luego de atravesar por una de las peores situaciones imaginables, de gritos de auxilio desesperados ante el fuego, los sobrevivientes permanecieron un extenso rato en el piso del patio y fueron golpeados, con el claro objetivo de amedrentarlos en tanto testigos. Esa media tarde de marzo, muchas de las familias de las víctimas se habían acercado a la comisaría. Varias habían sido alertadas por mensajes de texto: “Mama vení rápido que la policía nos mata”. Esos son los mensajes que circularon, junto con la noticia en los medios televisivos tradicionales “motín en la Comisaría 1ª de Pergamino”. Cerca de la noche de ese 2 de marzo, las familias escucharon los nombres de los 7 pibes muertos. Un oficial los gritaba en la puerta de la comisaría. Esa noche, además de todo, las familias sufrieron la represión policial también afuera.
Ya nadie habla de motín en Pergamino, los amigos, amigas y familiares, sobre todo las madres de las 7 víctimas, ganaron esa primera batalla: que a las cosas se las llame por su nombre y que la ciudad asuma que en ese lugar sucedió una Masacre. Además, en estos años de incansable lucha, lograron que los policías lleguen exonerados al juicio y que la Comisaría 1ª de Pergamino se convierta en un espacio para la memoria y el trabajo cotidiano contra la represión estatal y la violencia policial. El juicio que se realizó en 2019 solo juzgó y condenó a los responsables directos de la masacre, los policías que esa noche hicieron todo para que los pibes murieran por inhalación de monóxido de carbono y sofocación.
Los ex policías Alberto Sebastián Donza, Alexis Eva, Sergio Rodas, Brian Carrizo, Matías Giulietti y Carolina Guevara fueron condenados a penas de entre 6 y 15 años por el delito de abandono de persona seguido de muerte, como todavía no está firme la sentencia, 4 de los 6 permanecen en prisión domiciliaria.
Deja una respuesta